domingo, 7 de noviembre de 2010

A bordo de un interesante navío,
pasan los años sin atisbo de horizonte,
el Tiempo genera un espacio,
y nos levantamos testigos del fin,
sin llegar a destino,
giran los ciclos fuera del trazo lineal que nos guía,
y volvemos a caer en la torre de mil lenguas extrañas,
como criaturas aladas brincamos a la noche y el cielo ruge con truenos,
en la línea de flotación,
puedo ver sus cabezas anudadas como estelas,
perplejos por la marea huimos salvando nuestras almas,
el asombro infla el velamen del navío,
que nos recoge aturdidos,
hemos salido del pasado
y dejado en el camino muchas vidas,
hemos vuelto al génesis sin comprender los sacrificios,
son pocos los que saben,
muchos los que callan,
guardando en sus bolsillos,
trozos del planeta,
protegidos por las leyes,
que la torre de mil lenguas ha escrito,
ignorando lo inmutable,
lo que obra con el poder de la verdad,
ante lo cual no hay amparo,
tratados,
edictos,
ni menos la vergüenza del subterfugio,
o del vacío,
no existe recurso de queja,
por que el Sol se asocie con el mañana,
ni asociación ilícita,
entre el Sol y la Luna,
es un hecho que la torre de mil lenguas se derrumba,
tal vez culpable,
de no escucharse a si misma,
a bordo de este interesante navío,
los testigos que guió el viento,
son estelas anudadas a la historia.



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